viernes, 11 de noviembre de 2016

Isla

Fui una isla.                                                     
Las olas golpeaban mis orillas
apaciblemente;
y yo disfrutaba
la majestuosa calma
de la soledad.

Pero, las olas, 
no siempre están apaciguadas;
y si hay tormenta,
golpean con más fuerza.
Te gritan, sin sutileza,
que, aunque valiente,
la soledad no es suficiente
para soportar la sacudida
que un Tsunami
le puede dar a tu isla.

Cuestionas tu valentía
para sentarte en la orilla
y esperar las olas
que te arrastren a solas
dentro de la tormenta;
aunque sepas,
que éstas
solo te llevarán de vuelta,
lejos de la tempestad,
cerca de una sonrisa,
junto a la compañía.

Te armas de valor
y esperas en la orilla,
porque sabes que es hora
de enfrentar la soledad,
a solas,
sin importar el tamaño de las olas.
Y dejar entrar en tu isla
una permanente aventura,
que te acompañe
para observar la luna.

Y, apareces,
con un café en mano,
una sonrisa,
un libro romántico.
Te alojas,
tan apacible como una ola,
te asientas,
sin importar el daño
que el Tsunami ha dejado.

Me besas y te quedas;
y me confiesas
que tu tormenta te trajo a mi daño
que estamos en el mismo estado
y que pronto
vamos a repararlo.