A medida que cae la
noche
se acrecienta tu
ausencia,
aumentan mis
tristezas
y la soledad,
adopta su mayor aire de
grandeza.
El final del día
se apremiaba
cuando entre caricias
me contabas con tanta
energía
tus aventuras y
manías,
robándome cientos de
sonrisas.
Y, asimismo,
el cansancio se esfumaba,
los malos ratos se
olvidaban
y nos fundíamos,
irremediablemente,
bajos nuestras
sábanas,
con absorta
indiferencia
de la hora y las
tareas
y con plena
conciencia,
de esa unión
perfecta.
Descubrimos
amaneceres
con más brillo y
placeres,
embelesos y
florecientes
al borde de nuestras
pieles,
cada que una caricia
nos daba la
bienvenida
a un nuevo día.
La mañana,
con desayuno y café
en la cama,
era el inicio
perfecto,
de ésta historia
despreocupada,
pero con más
profundidad
que cualquiera de las
pasadas.
Y como siempre,
al llegar la noche,
la luz de la luna,
atravesando la
ventana,
le ponía la cereza,
a la inolvidable
maravilla,
de que acompañaras mi
vida.
Muchos años han
pasado
desde que ya no estás
en éste lado,
la vejez o el
destino,
te robaron de mi
camino,
y en la inexorable
fuente,
de mi abrupta
memoria,
los días y las noches
aún tienen tu aroma.
Y es que, a pesar de
tu ausencia
hay un núcleo de
acero
que mantiene mi
conciencia
erguida y frenética
recordando tu
presencia,
aunque exhausta de
tristeza,
de mil vueltas en mi
cama,
y acabe mortificada.
Pero, sigue ésto
sin ser excusa válida
para dejar de abrazar
tus recuerdos en mi
almohada,
mientras la tuya la
mantengo
intacta, con
desespero,
para que conserve
el aroma de tu
cabello.
Un bastón sostiene mi
cuerpo,
y una vieja silla
se mueve bajo el
anhelo
de que llegue el día
que nos reúna de
nuevo;
seguiré siendo la que
te cuenta
un par de tristes
cuentos
que me dejaron los
desvelos,
desde aquel momento
en que tus abrazos
congelados
volaron a un nuevo
cielo.
Y tú serás, de nuevo,
quién con aires
frenéticos,
me devuelvas en
instantes,
las sonrisas
faltantes
en los ratos sin tus
besos,
contándome las
anécdotas
que has vivido en esa
gloria,
en la que empezará,
sin tristeza en la memoria,
nuestra segunda eterna
historia.