miércoles, 16 de diciembre de 2015

Aún estoy.

Tengo la luz encendida,
por si regresas,
sepas que aún estoy;
y si no lo haces,
para que no me ataque
el temor en la oscuridad.

Tuve la osadía
de correrte de mi vida
aunque sigas aquí metido.

Pues, no es lo mismo amarte
mientras te extraño
que extrañarte
mientras te amaba.

Y, ahora,
me envuelvo en sábanas,
no sé si para soñarte
o para huir del mundo
que me recuerdas.

Tengo la luz encendida
para que no llegue la noche,
para no deshacerme en soledad,
para no esperarte llegar.

Quiero tanto que regreses
como quiero que te marches
para siempre.
Pues, el orgullo roto
no te acepta de vuelta.
Y, la esperanza, ciega,
aún te cree perfecto.

No es que no pueda vivir sin ti,
es que cuando estabas
despertaba y sonreía,
caminaba en alegría
y los días se pasaban
como estrella fugaz en el cielo.

Tan perfecto mi mundo,
que no me di cuenta
que el tuyo se desbarataba
en mi cama
mientras compartíamos el alma.

Tengo la luz encendida
porque contrae mis pupilas
y cierra la ventana
a toda la poesía
que está allí escrita
y a ti pertenecía.

Tengo la luz encendida
porque nadie quiere la noche
cuando la descubrió,
en compañía,
como la mejor parte del día.

Tengo la luz encendida
pero, las puertas cerradas,
las persianas bajadas
y las llaves escondidas,
por si regresas,
sepas que aún estoy,
pero que ya no tienes
entrada.

jueves, 22 de octubre de 2015

(Mi) Ello.

Básicamente,
hay regiones del cuerpo
en las que te concentras
como un químico paralizante,
sin antídoto
y sin caducidad.

Irrumpes
como una ola en la orilla
rebuscando en la arena
alguna huella ajena
para desaparecerla;
pues, solo la sal
tiene vigencia para estar
marcada en ella.

Repentinamente,
minas los espacios
de un cerebro atolondrado
que te da paso
con cualquier luz en su semáforo
sin importar los daños
que tu velocidad
deje a su estado.

Violas
los límites de un paradigma
de llevar una rutina
encabezada por la manía,
o tal vez, la agonía,
de vivir una aventura,
cuya mayor fortuna,
era contemplar solitaria
la luna.

Sorprendentemente,
revuelves las piezas
de un rompecabezas,
usualmente, en orden
estables y adheridas,
que ahora no se encuentran
para unirse entre ellas
sin la fusión
que tú representas.

Quiebras
un alma en pedazos
sin dejar rastros
para volver a pegarlos,
no dejas espacios
para unir los retazos,
vivir con las cicatrices
de un pasado “olvidado”
es la única opción
que has dejado.

Indiscutiblemente,
trabajas adrede
dejando a tus pacientes
en partes suficientes
para que les tome una vida
sanar las heridas
de tu resonante
y constante partida.

Conviertes,
a tu favor,
a la víctima,
quién se cree invicta
pregonando lo divinas
que encuentra tus caricias;
mientras consumes
su vida, su inocencia y su energía
para prolongar tu estadía
en los  campos de conquista.

Definitivamente,
tienes el don,
de acabar un corazón,
ocultando el desazón
en la trampa de tus besos;
haces ciegos
con tu deslumbrante mirada
esos ojos
inertes de pasión
que te abren sus ventanas
y puertas al alma.

 Culminando la condena
te das vuelta y te marchas
contoneando tus caderas,
arrastrando tu propia pena,
la que usas como excusa
para ésta venganza absurda
que no tarda en pasarte factura;
y se queda tu reflejo
criticando en el espejo
lo cobarde que te has vuelto.

lunes, 10 de agosto de 2015

Historia sin fin.

De angustias y dolores
una vez,
se basó una vida
que entre amor y sonrisas
arrastraba agonía.

La ceguera abundaba
y, entre ella,
un par de sonrisas
que disimulaban
otro par de lágrimas.

Trémulas ilusiones
afloraron el desasosiego;
más otoño en primavera
e hipotermia sin invierno.

Historia sin fin
de emociones suscitadas,
alegrías escabulladas
y en dolores abrazada.

A lo largo de éste tramo,
la memoria es un mal trago;
el recuerdo, desconsolado,
muere siendo olvidado.

Se asemejan
los días y las noches,
sin sueños y sin escotes.
Soledad, sola en la cama,
es todo el panorama.

No termina,
querido dolor,
ésta melodía sin pasión.
Esperemos, pues,
que llegue a la imaginación
otro amor con más color.

sábado, 8 de agosto de 2015

Confesión

Hay un amanecer en cada una de tus sonrisas
y una apacible melodía en el tono de tu voz.
Tienes esa mirada que hipnotiza
y una presencia más resplandeciente que el sol.

Aun cuando no estás, te siento:
hay una brisa que lleva tu olor.
Hace falta que estés más que en sueños
pero, encarnas tantos que, a la vez, no.

Tienes la cortesía de darle alegría a mis días
y un par de técnicas para robarme la cabeza.
Tienes la fineza de sonreír mientras me besas
y unos brazos que revelan trémulas lenguas.

Más tarde que temprano, tendré que confesarlo:
Mis sentidos vas doblegando…
aun cuando mi cuerpo, intacto de tus manos,
vuela mis nervios para precipitarse en tus brazos.

lunes, 3 de agosto de 2015

La segunda parte de una eterna historia

A medida que cae la noche
se acrecienta tu ausencia,
aumentan mis tristezas
y la soledad,
adopta su mayor aire de grandeza.

El final del día
se apremiaba
cuando entre caricias
me contabas con tanta energía
tus aventuras y manías,
robándome cientos de sonrisas.

Y, asimismo,
el cansancio se esfumaba,
los malos ratos se olvidaban
y nos fundíamos, irremediablemente,
bajos nuestras sábanas,
con absorta indiferencia
de la hora y las tareas
y con plena conciencia,
de esa unión perfecta.

Descubrimos amaneceres
con más brillo y placeres,
embelesos y florecientes
al borde de nuestras pieles,
cada que una caricia
nos daba la bienvenida
a un nuevo día.

La mañana,
con desayuno y café en la cama,
era el inicio perfecto,
de ésta historia despreocupada,
pero con más profundidad
que cualquiera de las pasadas.

Y como siempre,
al llegar la noche,
la luz de la luna,
atravesando la ventana,
le ponía la cereza,
a la inolvidable maravilla,
de que acompañaras mi vida.

Muchos años han pasado
desde que ya no estás en éste lado,
la vejez o el destino,
te robaron de mi camino,
y en la inexorable fuente,
de mi abrupta memoria,
los días y las noches
aún tienen tu aroma.

Y es que, a pesar de tu ausencia
hay un núcleo de acero
que mantiene mi conciencia
erguida y frenética
recordando tu presencia,
aunque exhausta de tristeza,
de mil vueltas en mi cama,
y acabe mortificada.

Pero, sigue ésto
sin ser excusa válida
para dejar de abrazar
tus recuerdos en mi almohada,
mientras la tuya la mantengo
intacta, con desespero,
para que conserve
el aroma de tu cabello.

Un bastón sostiene mi cuerpo,
y una vieja silla
se mueve bajo el anhelo
de que llegue el día
que nos reúna de nuevo;
seguiré siendo la que te cuenta
un par de tristes cuentos
que me dejaron los desvelos,
desde aquel momento
en que tus abrazos congelados
volaron a un nuevo cielo.

Y tú serás, de nuevo,
quién con aires frenéticos,
me devuelvas en instantes,
las sonrisas faltantes
en los ratos sin tus besos,
contándome las anécdotas
que has vivido en esa gloria,
en la que empezará,
sin tristeza en la memoria,
nuestra segunda eterna historia.

domingo, 12 de julio de 2015

Deuda



Te debo unas cuántas partes del alma rotas,
te debo un par de sonrisas y cientos de lágrimas,
te debo una ilusión desesperanzada.

Te debo esta falta de ganas,
un persistente resentimiento
y un constante desasosiego.

A veces, me odio
porque te debo el arrepentimiento
de haberte entregado lo mejor
aun sabiéndolo desvalorado.

Te debo éste par de ojos hinchados
que las lágrimas han achinado
y la alegría los ha abandonado.

A veces, te odio
porque te debo
éstas largas noches de insomnio
y la indecisión de quedarme o mandarte al demonio.

Te debo todos los arrebatos
que con la excusa de amarte tanto
me dejaron miseria emocional
y hecha inútiles pedazos.

Incluso, te debo
mis mejores y peores escritos.
Los que van cargados  de rabia y dolor
y los que reflejan amor e ilusión,
los favoritos del lector.

Confieso que te debo
cerrarle las puertas al amor,
querer ser inmune a la ilusiones
y no volver a quebrarme
por unos ojos infames.

Te debo la tristeza
que me va partiendo el alma
cada vez que recuerdo la sorpresa
de haber encontrado la certeza
de que me olvidaste
mientras me servía en tu mesa.

Te debo el rencor
y las ganas de olvidarte,
el deseo de borrarte
y de nunca más encontrarte.

Pero, sobre todo,
te debo la fortaleza,
que la decepción de haberte amado,
me da para olvidarte,
aun teniéndote a mi lado.

sábado, 20 de junio de 2015

Mi Calma

De la inesperada calma
del sonido de tu risa
se levanta, aireada y triunfante,
la libertad de un sentimiento
que inspira un suspiro
y que destella luz en la mirada.

De la maravillosa calma
del sonido de tu voz
se crece, sublime e inocente,
la ilusión de una historia
que relata sonrisas
y que trae amaneceres cargados de caricias.

De la sintónica calma
de nuestra combinación
se realza, expectante y ansiosa,
la certeza de una tormenta
que con abrazos se supera
y que nos dejará en una playa marcando huella.

Y de la inexplicable calma
de tu sincera presencia
se confiesa, tímida y emocionada,
la excitación de una persona
que, con paciencia, se desnuda
y que te cuenta sus secretos mientras te abre sus puertas.

martes, 16 de junio de 2015

El Hastío



La locura nos inundaba,
no pasaba un segundo sin sentir
esa inmensa necesidad
de sabernos, de encontrarnos,
de besarnos y desearnos,
de llenarnos de detalles.

El sentimiento tomó riendas,
enredábamos nuestros cuerpos al dormir,
nos contamos nuestros secretos,
nuestros miedos, nuestras metas
y juntamos nuestros sueños
para hacerlos realidad en nuestro tiempo.

El tiempo no nos alcanzaba,
para desnudarnos por completo,
una vez que habíamos terminado,
queríamos empezar de nuevo.
Creímos en una pasión sin final,
como si fuésemos inmunes a la realidad.

Sin embargo, el amor fue pasando,
la rutina llegando,
los cuerpos se fueron alejando,
y el sexo no se calentaba en nuestras manos.
Yo, soñadora ilusa de nuestro amor;
tú, en la “realidad” que nos alejó.

El cansancio sembró su presencia,
el hastío mostraba su indiferencia.
Se acabaron las interminables pláticas,
se separaban los sueños por sus sendas.
Mientras uno sufría a ciegas,
el otro planificaba el final de la miseria.

En búsqueda de la comprensión,
se entendió el cansancio, el hastío,
la indiferencia y los tratos con histeria.
Se empezaron a borrar nuestras huellas,
las excusas hicieron mella
y los ojos se fijaron en nuevas bellezas.

Renunciamos a nuestros sueños,
escribimos unos nuevos,
buscamos otros senderos
lejos de nuestros infiernos.
Conocimos nueva gente
de miradas diferentes.

Tal vez, si alguno comprueba
que lo nuestro fue mejor,
que los sueños eran más cálidos,
mientras los soñábamos en nuestros brazos
y los días tenían más color,
sentirá un pinchazo de dolor.

Pues, luchar no fue una opción,
lo fue la separación.
Cuando el hastío gobernó y tú hiciste la maleta,
lo comprendí yo.
Ahora, comprende tú, que al cerrar la puerta
no volveré a abrirla, aunque llames a ella.