martes, 16 de junio de 2015

El Hastío



La locura nos inundaba,
no pasaba un segundo sin sentir
esa inmensa necesidad
de sabernos, de encontrarnos,
de besarnos y desearnos,
de llenarnos de detalles.

El sentimiento tomó riendas,
enredábamos nuestros cuerpos al dormir,
nos contamos nuestros secretos,
nuestros miedos, nuestras metas
y juntamos nuestros sueños
para hacerlos realidad en nuestro tiempo.

El tiempo no nos alcanzaba,
para desnudarnos por completo,
una vez que habíamos terminado,
queríamos empezar de nuevo.
Creímos en una pasión sin final,
como si fuésemos inmunes a la realidad.

Sin embargo, el amor fue pasando,
la rutina llegando,
los cuerpos se fueron alejando,
y el sexo no se calentaba en nuestras manos.
Yo, soñadora ilusa de nuestro amor;
tú, en la “realidad” que nos alejó.

El cansancio sembró su presencia,
el hastío mostraba su indiferencia.
Se acabaron las interminables pláticas,
se separaban los sueños por sus sendas.
Mientras uno sufría a ciegas,
el otro planificaba el final de la miseria.

En búsqueda de la comprensión,
se entendió el cansancio, el hastío,
la indiferencia y los tratos con histeria.
Se empezaron a borrar nuestras huellas,
las excusas hicieron mella
y los ojos se fijaron en nuevas bellezas.

Renunciamos a nuestros sueños,
escribimos unos nuevos,
buscamos otros senderos
lejos de nuestros infiernos.
Conocimos nueva gente
de miradas diferentes.

Tal vez, si alguno comprueba
que lo nuestro fue mejor,
que los sueños eran más cálidos,
mientras los soñábamos en nuestros brazos
y los días tenían más color,
sentirá un pinchazo de dolor.

Pues, luchar no fue una opción,
lo fue la separación.
Cuando el hastío gobernó y tú hiciste la maleta,
lo comprendí yo.
Ahora, comprende tú, que al cerrar la puerta
no volveré a abrirla, aunque llames a ella.

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