sábado, 18 de marzo de 2017

Límite Horizontal.

Existe un límite
entre tu piel y mi felicidad
que parece juntarse
justo como el cielo y el mar
durante una puesta de sol
mientras éste traspone el horizonte.


Existe un límite
entre tu dulzura y mi lujuria
cuando se enlazan
como las partes de una estructura
antes de ser sacudida
por la violenta fuerza de la naturaleza.


Existe un límite
entre mi estabilidad y el mareo
que parece arrebatarme el suelo
como si éste fuera el mar
atestado de olas
justo cuando te veo.


Existe un límite
entre el miedo y mi valentía
que desaparece
con la hazaña heroica
de tu sonrisa
en el instante en que me miras.


Existe un límite
entre tú y yo
como si juntos
representáramos el horizonte
como si juntos
cayéramos en estabilidad
como si fuésemos el mar
con un excitado oleaje
que se mantiene en calma
mientras hacemos más delgada
la línea horizontal que nos separa.

viernes, 11 de noviembre de 2016

Isla

Fui una isla.                                                     
Las olas golpeaban mis orillas
apaciblemente;
y yo disfrutaba
la majestuosa calma
de la soledad.

Pero, las olas, 
no siempre están apaciguadas;
y si hay tormenta,
golpean con más fuerza.
Te gritan, sin sutileza,
que, aunque valiente,
la soledad no es suficiente
para soportar la sacudida
que un Tsunami
le puede dar a tu isla.

Cuestionas tu valentía
para sentarte en la orilla
y esperar las olas
que te arrastren a solas
dentro de la tormenta;
aunque sepas,
que éstas
solo te llevarán de vuelta,
lejos de la tempestad,
cerca de una sonrisa,
junto a la compañía.

Te armas de valor
y esperas en la orilla,
porque sabes que es hora
de enfrentar la soledad,
a solas,
sin importar el tamaño de las olas.
Y dejar entrar en tu isla
una permanente aventura,
que te acompañe
para observar la luna.

Y, apareces,
con un café en mano,
una sonrisa,
un libro romántico.
Te alojas,
tan apacible como una ola,
te asientas,
sin importar el daño
que el Tsunami ha dejado.

Me besas y te quedas;
y me confiesas
que tu tormenta te trajo a mi daño
que estamos en el mismo estado
y que pronto
vamos a repararlo.

domingo, 20 de marzo de 2016

Musa

En esta historia
no me rompe alguien el corazón;
se lo rompo yo
a la musa
que a mi vida
le devolvió el color.

En esta historia
yo soy la mala
que inunda la luz de tus ojos
con tristeza y lágrimas.

Me ciega el egoísmo
y la avaricia de tu ser,
unas cuantas ilusiones
que, a tu lado,
quiero ver crecer.

Me frustro en ocasiones
queriendo que la musa
tenga mil razones
para morirse de amor
por ésta enamorada
que sueña en las mañanas
darle a su musa
las noches más largas.

Y luego reacciono
y recuerdo que la musa
es musa porque es libre
y va y viene
a su antojo y gana.

Aunque quiera atarla
y a mis brazos amarrarla
la musa me ama
cuando la dejo libre
y desaparecer,
varios días,
de mi cama.

En esta historia,
a mi musa,
casi le corto las alas.
Y aunque la haya lastimado,
le solté la rienda
para amarla en la distancia
y esperar a que su boca
ardiente de dulzura
pronuncien las palabras
que calmen mi locura:

Me quedo entre tus brazos,
porque soy libre a tu lado;
me quedo con tus besos
porque los demás son desiertos;
me quedo en ésta jaula
sin rejas ni puertas
porque no necesitas cadenas
sino estar tú en ella
para amarrar mis caderas.

En esta historia
le recuerdo a la musa
que se puede marchar
cuántas veces quiera,
esconderse detrás de sus barreras
y hacerme esperar
los siglos que requiera:

No temas,
que te puedes desvanecer
en las letras
de otros poetas.
Menos en las de ésta
que encuentra el arte
en tu sonrisa
y se inspira
hasta con tu ausencia.
No temas,
que te puedes apagar
en otra hoguera,
menos en ésta
que solo por ti
se quema.

miércoles, 16 de diciembre de 2015

Aún estoy.

Tengo la luz encendida,
por si regresas,
sepas que aún estoy;
y si no lo haces,
para que no me ataque
el temor en la oscuridad.

Tuve la osadía
de correrte de mi vida
aunque sigas aquí metido.

Pues, no es lo mismo amarte
mientras te extraño
que extrañarte
mientras te amaba.

Y, ahora,
me envuelvo en sábanas,
no sé si para soñarte
o para huir del mundo
que me recuerdas.

Tengo la luz encendida
para que no llegue la noche,
para no deshacerme en soledad,
para no esperarte llegar.

Quiero tanto que regreses
como quiero que te marches
para siempre.
Pues, el orgullo roto
no te acepta de vuelta.
Y, la esperanza, ciega,
aún te cree perfecto.

No es que no pueda vivir sin ti,
es que cuando estabas
despertaba y sonreía,
caminaba en alegría
y los días se pasaban
como estrella fugaz en el cielo.

Tan perfecto mi mundo,
que no me di cuenta
que el tuyo se desbarataba
en mi cama
mientras compartíamos el alma.

Tengo la luz encendida
porque contrae mis pupilas
y cierra la ventana
a toda la poesía
que está allí escrita
y a ti pertenecía.

Tengo la luz encendida
porque nadie quiere la noche
cuando la descubrió,
en compañía,
como la mejor parte del día.

Tengo la luz encendida
pero, las puertas cerradas,
las persianas bajadas
y las llaves escondidas,
por si regresas,
sepas que aún estoy,
pero que ya no tienes
entrada.

jueves, 22 de octubre de 2015

(Mi) Ello.

Básicamente,
hay regiones del cuerpo
en las que te concentras
como un químico paralizante,
sin antídoto
y sin caducidad.

Irrumpes
como una ola en la orilla
rebuscando en la arena
alguna huella ajena
para desaparecerla;
pues, solo la sal
tiene vigencia para estar
marcada en ella.

Repentinamente,
minas los espacios
de un cerebro atolondrado
que te da paso
con cualquier luz en su semáforo
sin importar los daños
que tu velocidad
deje a su estado.

Violas
los límites de un paradigma
de llevar una rutina
encabezada por la manía,
o tal vez, la agonía,
de vivir una aventura,
cuya mayor fortuna,
era contemplar solitaria
la luna.

Sorprendentemente,
revuelves las piezas
de un rompecabezas,
usualmente, en orden
estables y adheridas,
que ahora no se encuentran
para unirse entre ellas
sin la fusión
que tú representas.

Quiebras
un alma en pedazos
sin dejar rastros
para volver a pegarlos,
no dejas espacios
para unir los retazos,
vivir con las cicatrices
de un pasado “olvidado”
es la única opción
que has dejado.

Indiscutiblemente,
trabajas adrede
dejando a tus pacientes
en partes suficientes
para que les tome una vida
sanar las heridas
de tu resonante
y constante partida.

Conviertes,
a tu favor,
a la víctima,
quién se cree invicta
pregonando lo divinas
que encuentra tus caricias;
mientras consumes
su vida, su inocencia y su energía
para prolongar tu estadía
en los  campos de conquista.

Definitivamente,
tienes el don,
de acabar un corazón,
ocultando el desazón
en la trampa de tus besos;
haces ciegos
con tu deslumbrante mirada
esos ojos
inertes de pasión
que te abren sus ventanas
y puertas al alma.

 Culminando la condena
te das vuelta y te marchas
contoneando tus caderas,
arrastrando tu propia pena,
la que usas como excusa
para ésta venganza absurda
que no tarda en pasarte factura;
y se queda tu reflejo
criticando en el espejo
lo cobarde que te has vuelto.

lunes, 10 de agosto de 2015

Historia sin fin.

De angustias y dolores
una vez,
se basó una vida
que entre amor y sonrisas
arrastraba agonía.

La ceguera abundaba
y, entre ella,
un par de sonrisas
que disimulaban
otro par de lágrimas.

Trémulas ilusiones
afloraron el desasosiego;
más otoño en primavera
e hipotermia sin invierno.

Historia sin fin
de emociones suscitadas,
alegrías escabulladas
y en dolores abrazada.

A lo largo de éste tramo,
la memoria es un mal trago;
el recuerdo, desconsolado,
muere siendo olvidado.

Se asemejan
los días y las noches,
sin sueños y sin escotes.
Soledad, sola en la cama,
es todo el panorama.

No termina,
querido dolor,
ésta melodía sin pasión.
Esperemos, pues,
que llegue a la imaginación
otro amor con más color.

sábado, 8 de agosto de 2015

Confesión

Hay un amanecer en cada una de tus sonrisas
y una apacible melodía en el tono de tu voz.
Tienes esa mirada que hipnotiza
y una presencia más resplandeciente que el sol.

Aun cuando no estás, te siento:
hay una brisa que lleva tu olor.
Hace falta que estés más que en sueños
pero, encarnas tantos que, a la vez, no.

Tienes la cortesía de darle alegría a mis días
y un par de técnicas para robarme la cabeza.
Tienes la fineza de sonreír mientras me besas
y unos brazos que revelan trémulas lenguas.

Más tarde que temprano, tendré que confesarlo:
Mis sentidos vas doblegando…
aun cuando mi cuerpo, intacto de tus manos,
vuela mis nervios para precipitarse en tus brazos.