Hay algo
triste en la mirada que poco a poco se va haciendo más notable. Como cuando comienza
a caer la noche, al final de la tarde, y si no enciendes una luz te quedas en
oscuridad plena.
También
hay algo de triste en los días radiantes que notas mientras transcurren las
horas. Como cuando te encierran en una habitación de un hospital psiquiátrico,
blanca e iluminada pero completamente devastada de vida.
A veces,
también descubro algo triste en el sol cuando sale durante el día. Exactamente,
cuando se cubre de nubes oscuras; triste y agotado, no quiere irradiar luz, ni
que nadie lo vea.
Hay algo
de triste en las sonrisas mientras se van desdibujando. Como cuando haces en un
papel un maravilloso diseño pero lo tiñes en blanco y negro.
También
hay algo de triste en las noches con estrellas, aun cuando las observas. Como
cuando sabes que dejaste pasar la vida y te vas dando cuenta tarde; así las
observamos a ellas meses después del día que brillaron.
A veces,
también descubro algo de triste en la naturaleza mientras se va desintegrando. Como
cuando un alma se entrega plenamente y ama sin recovecos pero a cambio solo
recibe injurias y desprecios.
Pero, lo
más triste que he visto está en la compañía. Como cuando un pequeño árbol está en
un bosque rodeado de árboles gigantes —cuyas
ramas se encuentran y se acarician entre ellas— pero las suyas no alcanzan a tocar
ninguna aunque, horizontalmente, los tenga cerca.
En medio
de tantas tristezas, lo mejor es ir fingiendo una que otra sonrisa para hacer
más llevadero el demonio que llevas dentro; tal vez así, pase inadvertida la diferencia
con tus semejantes orates.
Tarde o
temprano, el infierno en el que vives será cambiado por una habitación blanca,
apaciguada y acolchada, donde las tormentas alterarán tu pulso y te arrebatarán
lo que conoces como realidad. Y, entonces, seguramente, empezará el final de tu verdadera
felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario