domingo, 31 de julio de 2011

Por debajo del umbral

Me sedujo.
No fue su cabello, ni su belleza.
No fue una mirada, ni una sonrisa.
Fue el olor de sus palabras lo que me impregnó.
Un aroma radiante que perfumaba todo cuanto tocaban.

Como si purgase todas mis faltas.
Adhiriendo a ellas la poesía,
Sin necesidad de una rima.
Una magia que despedía
Y, no era su voz.

Me conquistaba
El valor de sus palabras.
Percibir su significado iba más allá.
Incluso, tal vez, más allá del intelecto humano.
Un valor oculto, escondido en el subconsciente, en el alma.

Era como si sus palabras atesoraran grandes significados
Que no podría conseguir en un simple diccionario.
Esa definición fría y alfabética no alcanzaba
Para medir el espacio que creaba
Sólo al pronunciarlas.

No era el tamaño
Que ocupaban en un papel.
Era el ritmo, que sabía, que contenían.
Un ritmo espiritual, etéreo, liviano, humano.
Y, eso era lo que me resultaba, inexplicablemente, sensual.

Cada palabra suya se convertía en una semilla que germinaba en mi cabeza.
Una semilla que se arraigaba a mis sentimientos y a mis sentidos
Formaba parte de mi alma y se dormía en mi memoria
Y, luego despertaba con más vigor.
Como recuerdos descansados.

Comprenderlas:
Era deliberar conscientemente,
Con el aroma con que perfumaban el corazón,
Sus palabras, inaprensibles para el intelecto humano
Pero, capaces de provocar un estallido íntimo en todo mi interior.

Podría desaparecer la acepción de cada palabra pronunciada
Pero, jamás, el reflejo que mi corazón guardaba,
Hacía latir y enviaba a mi memoria.
Como la luz de una estrella,
“Paraíso terrenal”.



Las mismas palabras
Usadas por cualquier terrestre más.
Que de su boca, no significaban, sino que evocaban.
Mostrándome cuán insuficiente era mi destreza al hablar.
Pero, demostrándome la riqueza de mis sentidos al momento de escuchar.

Un delirio de mi cerebro que  conducía a sus palabras para seducirme.
No tenía parangón la profundidad de cada expresión suya.
Ni eran abarcables las reacciones electrónicas
Producidas en mi cuerpo y en mi mente
Ante ese aroma vocal.

Una cereza
Adherida a cada palabra.
Endulzando mis oídos, mis sentidos.
Convirtiéndose en la estructura de mis razones,
El germen de mis pensamientos y el embrión de mis ideas.

Unas sílabas de origen incierto que dejaban ver la estirpe de lo sinuoso
Me hacían obrar en consecuencia de cada vocablo dictado.
Voceaba instrucciones precisas a cumplirse.
Escondidas, sin un significado real.
Sin siquiera ordenar.



Su seducción
Partía de la connotación,
De mensajes entre líneas invisibles a primera vista.
No llegaban, sus palabras, directo a mi “mente racional”.
Eran percibidas por mis sentidos  y terminaban en mis sentimientos.

Descubría en sus contextos la inexistencia de palabras frías.
Un arte o una maña, tal vez una cualidad que poseía.
Me persuadía suavemente a lo que estaba mal
Mientras me hacía sentir sumamente bien
Con sus palabras calientes.

Cautivaba y embargaba
Mis ánimos, mientras me dejaba sin moral.
Era como si buscara en las zonas más etéreas de mi mente.
Atrayéndome de manera irresistible, dulcemente, sin fuerza, ni obligación.
Para que no advirtiera que me estaba manipulando, para que no opusiera resistencia.

Seducida, cazada al percibir sus palabras odoríferas e identificar su significado más profundo
Incauta, creyendo en palabras que anunciaban la ausencia de olores peligrosos.
Sin apelar al razonamiento a que comprendiera, sino a que sintiera.
Sin una demostración matemática, ni un argumento a la razón.
Por debajo del umbral, me conquistó.

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