viernes, 3 de febrero de 2012

La Estalactita.

Me preguntaba cómo sobrevivir a su indiferencia cuando mi lado más sincero y sensible se rebosaba en su presencia.
Me preguntaba cómo normalizar mis latidos cada vez que se percolaba en mis pensamientos aún siendo el líquido más denso.
Se asomaba en todos los lugares de mis sueños modificando el curso de mis deseos y despertaba preguntándome cómo cambiarlos por hechos.
Los días se hacían interminables ante la espera de una seña mientras yo ideaba preguntas que pudieran obtener una respuesta.
Me preguntaba cómo respirar cuando sus gestos parecían estalactitas dirigiéndose hacia mi cuerpo tras recorrer kilómetros desde el cielo.
Me preguntaba cómo poder sacarle de mi cabeza cuando parecía una mente en su trono moviéndome como una pieza.
Sus sonrisas, siempre tan efímeras, se transformaban, rápidamente, en lo único que yo recibía: una cara inexpresiva, incapaz de decirme que me quería.
Me fui ahogando en cada gota de sentimientos mientras se dedicaba a matar otros cuerpos.
Me pregunto por qué aún no me ha ahogado en la oscuridad de su desprecio, por qué me mantiene en una parte de su cerebro, lejos de cualquier sentimiento.
Debajo de millones de estalactitas de indiferencia, a la espera de una muerte certera.

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