martes, 28 de febrero de 2012

Obsesión.

Encuentro.
Todo comenzó con un cruce de miradas, dos sonrisas encontradas.
Una tarde, como cualquier otra. Una ciudad, un parque. Una luz resplandeciente. Un verde brillante.
¿Quién es? Me pregunté.
Mi cabeza giró hasta que se perdió de mi vista.
El corazón acelerado, las manos sudando. Invadida por una inquietud, una necesidad:
¿Dónde está? ¿A dónde fue? ¿Dónde le puedo encontrar?
Inmóvil. Fusionada con la grama, a la espera de su regreso.
Se acabó el tiempo.
Se acabó el día, se acabó la luz. Sin sombras, con viento. Me invadió el miedo.
Tomé el camino para llegar a las cuatro paredes que se convertirían en el baúl de mis pensamientos; mientras me preguntaba con nostalgia: ¿A dónde le llevó el viento?
Una cama, un pensamiento: Regresar por la mañana y esperar otro encuentro.

Incansable espera.
Pasaban los días, llegaban las noches.
 Adherida a la grama, sentada… esperaba.
Se estableció mi rutina. Pero, no le veía.
Empecé a dibujarle en las largas esperas. Corriendo como una gacela.
¿Cuándo volverá? Me preguntaba. Mientras bajaban mis lágrimas.
Pensamiento intrusivo y recurrente: Mis labios en sus dientes.
Le hubiese seguido, sabría a dónde había ido.
Mis cuatro paredes, mis noches solteras.
Sus dibujos en el techo corriendo hacia mi lecho.

Regreso.
Estricta rutina. Esperanza perdida.
La luz resplandeciente, el verde brillante.
Regresa todo, menos su cabello agitándose con el aire.
¡Espera, allí está!
La misma mirada, la misma sonrisa.
El mismo sudor, el mismo temblor: Volvió
Son sólo segundos y ya vivo yo.
Se pierde de mi vista.
Espera y espera. Más nunca regresa.
¿Adónde va que no toma el camino de vuelta?
Un terror: ¿Volverás mañana, amor?
Y, para mi sorpresa, todas las mañanas regresa.
Pero, sin camino de vuelta.

Asedio.
Un par de segundos dejan de ser suficientes.
¿Adónde va? ¿Por qué no regresa?
Los días, las noches… La eterna espera.
¿Y, si esta vez le sigo y a su lado me lleva?
Llega la mañana, llega su presencia.
Me voy detrás de sus huellas.
Ya sé dónde vive. Ya sé dónde reza.
Ahora estoy a su lado, sin que se dé cuenta.
Estricta rutina. Relación estrecha.
El fin del día llega. La noche, es para soñarle, entera.

Desesperación.
Tanto tiempo.
Seguirle de lejos me cansa, ya no me llena.
Si una palabra cruzar tan sólo pudiera.
Por más que lo intento, no puedo.
Hola, ¿cómo estás? Son palabras que de mi boca nunca saldrán.
Me desespera. No puedo actuar.
Me invade la ansiedad, no duermo.
En las noches, ya no le sueño.
¿Qué hago, cómo le tengo?
Siempre se aleja aunque yo no le dejo.
Tras sus pasos, todo el tiempo, en un agujero negro me pierdo.
Sudo, lloro, corto mis venas.
¿Por qué no me nota y conmigo se queda?
Mañana, sólo le voy a esperar. Si no regresa, no le seguiré más.
Si regresa, para mí  será.

Segundo encuentro.
Mañana radiante, sol resplandeciente.
La misma sonrisa en juego perfecto con tanto verde.
Los mismos segundos, la misma emoción.
Se aleja, me invade la desesperación:
¿Será que regresa hoy?
Dibujo sus besos, dibujo su olor.
Dibujo una despedida, mientras le espero yo.
¡¿Es real lo que veo?!
Esta noche regresó.
¡Espera! Grito.
No volteó.
Impulso: Una roca en su cabeza le detiene con destreza.
Se derrumba en la grama, no endereza.
Le di un beso de amor.
La policía llegó.

Final.
Mis cuatro paredes fueron sustituidas.
El baúl de mis pensamientos cambió.
Esta vez no hay ventanas, sólo rejas.
De ladrillos con su imagen se llena mi imaginación.
En su beso sólo pienso.
Al final, conmigo se quedó.

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